No hay recursos ni información para las niñas que sufren maltrato por su pareja, según Save The Children, que alerta de nuevos modos de acoso, como la «cibermisoginia»
Alba Macías comenzó a sufrir la violencia machista a los 15 años, cuando empezó una relación en cuarto de la ESO. «Al principio era todo idílico, bonito», relata. «Le conocí en una discoteca en sesión de tarde. Vivía en un barrio próximo. No supe ver ningún síntoma de violencia al principio. Hasta que empecé a notar que él quería todo el rato sexo e insistía cuando le decía que no. Yo empecé a sentir miedo y, cuando lo verbalizaba, él decía que estaba loca», cuenta.
Comenzó a tener dudas sobre la naturaleza de su relación, se sintió aislada, callaba ante sus padres y amigas, recibió maltrato emocional. Pero ni siquiera entonces supo que sufría violencia de género. «No estaba en auge el feminismo, no había escuchado hablar de la violencia de género», dice ahora, con 28 años.
Es un caso típico: «La falta de autoidentificación de las adolescentes como víctimas, unida a la aparente levedad de la violencia ejercida y a las conductas impulsivas propias de la adolescencia hacen que las personas adultas del entorno sean esenciales para la detección», advierte Save the Children, en el informe No es amor. Un análisis sobre la violencia de género entre adolescentes. «El negacionismo es muy elevado y está creciendo porque los elementos políticos e ideológicos empujan el cuestionamiento», asegura Andrés Conde, director general de la organización, durante la presentación del estudio.
Cuando ella le dijo que «ya no le quería como antes», él lloró y amenazó «muchas veces». «Voy a hacerme un abrigo con piel de zorra», dijo, por ejemplo. Comenzó a ir a su barrio, buscar a sus amigas. Aunque «imperaba la ley del miedo», dice Macías, «no me sentía víctima, sino culpable por haberle dejado y haberme ido con una persona que él conocía».
Colectivo específico
Su experiencia, la de una menor de edad que sufre violencia machista por parte de otro menor, es una más de las que permanecen invisibles aún hoy, denuncia Save the Children. Son situaciones silenciosas aunque las adolescentes con 17 años o menos representan cerca del 2% de los casos de violencia de género en España, según el informe basado en datos de diversos estudios oficiales. No tienen voz, y solo a partir de los 16 años pueden responder en la Macroencuesta del Ministerio de Igualdad. «Las adolescentes entre 13 y 17 años deben ser identificadas como colectivo específico en los estudios y encuestas sobre violencia de género, y es esencial contar con datos específicos para llevar a cabo políticas públicas eficaces», alerta la ONG.
Las menores de edad tampoco disponen de apoyos institucionales para afrontar el maltrato o pedir ayuda. «Los recursos destinados a víctimas de violencia de género están, en su mayoría, destinados a mujeres adultas», indica Save the Children. «Los recursos dedicados a la infancia víctima de violencia carecen de perspectiva de género. Esto deja, en muchas ocasiones, a las adolescentes víctimas de violencia de género en una tierra de nadie, con recursos para mujeres que no solo no tienen una perspectiva de intervención con adolescentes, sino que, en muchos casos, solo son accesibles a partir de la mayoría de edad».
Nuevos acosos cibernéticos
Según el estudio, «las adolescentes expresan un mayor acoso sexual a través de las tecnologías, generándose nuevas formas de violencia que van más allá del ciberacoso o cibercontrol». La nuevas formas de control social que se expanden por la red son dos: la primera, la «cibermisoginia», que consiste en hacer comentarios «que buscan insultar a las mujeres tales como que «las mujeres solo sirven para…»», indica Save the Children. La segunda, la «ciberviolencia simbólica», que busca convertir en objetos sexuales a las mujeres. Ambos tipos de violencia «comparten el contexto social» marcado aún por «estereotipos, roles y desigualdad».
Para contrarrestar la invisibilidad y la violencia, la ONG propone desarrollar campañas de prevención integrales y un protocolo de detección y actuación, afianzar la educación afectivo-sexual integral, adaptar el sistema judicial a las necesidades de la adolescencia y destinar recursos a la reeducación de agresores.
«No normalicen la violencia psicológica ni la física», pide Alba Macías. «Las jóvenes deben aprender a pedir ayuda y los chicos deben revisar su masculinidad y dejar de ser cómplices, porque muchas veces en los grupos de Whatsapp se comentan las barbaridades que se dicen a las chicas».