PROXECTO

SENDERE

Todas las violencias machistas se han disparado alarmantemente en los últimos años entre los adolescentes españoles. Sobre todo la violencia de género, que de 2018 a 2022 aumentó casi un 90%; y la sexual, que ha experimentado un crecimiento del 40% en tan solo cuatro años. Así lo refleja el Estudio longitudinal sobre la Evolución de la Violencia contra las Mujeres en la Infancia y la Adolescencia en España, elaborado por la Fundación ANAR en base a más de 20.000 testimonios de menores de edad.

La investigación, financiada por el Ministerio de Igualdad, analiza cuatro tipos de violencia —de género, sexual, doméstica y otros tipos de violencia física o psicológica (como el acoso escolar o el ciberacoso)— con el objetivo de conocer la evolución de su incidencia y poner de relieve los cambios y tendencias detectados en cuatro años. Los resultados revelan un empeoramiento de todos los indicadores, especialmente en el periodo posterior a la pandemia.

La violencia de género, la que más crece

En general, todas las violencias analizadas han crecido casi un 40% desde 2018, pero es la violencia de género —cometida en el ámbito de la pareja o expareja— la que ha experimentado un mayor incremento. Concretamente, en solo cuatro años se ha producido un aumento del 87,8% en los casos de violencia de género en el entorno (es decir, en los hogares de los niños, niñas y adolescentes); y un 87,2% en los casos en los que son las propias adolescentes las víctimas directas de sus agresores, que en el 57% de los casos son sus novios, y en tres de cada diez, estos son mayores de edad.

En el caso de la violencia de género en el entorno (en el que el agresor, en casi el 90% de los casos, es el padre hacia la madre), el perfil analizado muestra que la media de edad es de 10 años, y que viven en familias monoparentales (69,2%). «No solo están viendo el sufrimiento de sus madres, también están en riesgo de sufrir maltrato físico y psicológico en el 47% de los casos», ha señalado Díaz.

En cambio, el perfil sociodemográfico de las víctimas directas de violencia de género, tienen una media de 16 años, y en casi la mitad de los casos tienen problemas de salud mental, como conductas suicidas, autolesiones o depresión. Además, siete de cada diez víctimas ni ha denunciado ni tiene intención de hacerlo (especialmente en el ámbito rural); la mitad no es consciente del problema; y el 70% no recibe ningún tipo de terapia psicológica.

La tecnología está implicada en el 44% de los casos

En esa tendencia influyen dos factores clave, según Bartolomé: en primer lugar, una perpetuación de ciertos valores y actitudes machistas, tanto en los hogares como en las escuelas; luego, una irrupción de las tecnologías, que es ya una herramienta clave en la consecución de esas violencias en el 44% de los casos. Su implicación, además, ha crecido un 82% solo en el periodo pospandemia.

Además, ocho de cada diez adolescentes víctimas de violencia de género la sufren también por el canal tecnológico. «Es una poderosa herramienta de dominación del agresor frente a la víctima. No va a dudar en difundir todas esas imágenes o vídeos comprometidas de la propia adolescente para hacerle daño», ha explicado Díaz, quien ha querido señalar que las consecuencias son el daño a su imagen, a su honor y a su identidad, todavía «en pleno proceso de construcción».

El acceso temprano a contenidos digitales en el que se muestran comportamientos «violentos, machistas y tóxicos», en edades en las que todavía no se tiene el desarrollo y la madurez suficiente, es otra de las problemáticas detectadas en el informe. Por eso, el director técnico de la Fundación ANAR, Benjamín Ballesteros, ha recalcado la reivindicación que, como ellos, vienen haciendo diversas entidades de protección a la infancia: un veto a ciertos contenidos pornográficos y perjudiciales para los menores de edad.

Igualmente «preocupante» es, para la fundación, la gravedad y cronicidad de la mayoría de casos. Siete de cada diez de los problemas fueron considerados de gravedad alta, un 52,9% de alta urgencia, un 53,7% de frecuencia diaria y un 62,6% duraron más de un año.